martes, 9 de febrero de 2010

MUJER (con mayúsculas)


Para la mayoría es simplemente una gorda. No obstante, para unos pocos espectadores es la representación de la feminidad absoluta. ¿Tiene ella la culpa de los cánones estéticos? Tampoco tiene nada que ver con que la belleza se mida en sesentas y en noventas, de que la perspectiva de su mundo no sea la de Rubens ni siquiera la de Botero. ¿Qué más da? Lo que importa es que está en un escenario, en frente de unas cien personas, bailando “la danza del vientre”, con el torso descubierto, enseñando su cuerpo alegremente. Eso sí que se mueve, piensa más de un individuo mientras se ríe para sus adentros. Ella sonríe. Tiene rasgos parecidos a Édith Piaf. Largas pestañas, ojos cautivadores, una melena rizada y castaña. Gira, sigue girando, sin dejar de sonreír. Su sonrisa atraviesa almas como una lanza atraviesa el aire sin pedirle perdón. ¿Qué paso me toca ahora? ¿Cuando llega el redoble de tambores? Está concentrada. No le importa que le sobren algunos quilos. Ella es feliz tal y como es. Lo demuestra con sus grandes labios, pitados de un carmín embelesador, y claro, su hermosa sonrisa que no cesa de radiar energía. Hace más de un año que toma clases de bailes orientales. Ha adelgazado. Tener clases tres días a la semana ayuda mucho a quemar calorías. Sin embargo, aun tiene una forma corpulenta y robusta. Nada de vientres planos ni abdominales. Es la marca de dos hijos traídos al mundo. La música se ralentiza. Sus grandes caderas se mueven al ritmo de la música. Es sexy. Ella lo sabe.
No tiene miedo de ese mundo que grita “gorda”. Ella baila, baila y sonríe. Los focos la iluminan. Es hermosa. Cesa la música. Aplausos, solo se escuchan los aplausos. Se apagan los focos. ¿De dónde sale esa luz? De su sonrisa. De su autoestima. Se quiere, la quieren. He estado muy bien, se dice así misma mientras mira a sus hijos que aplauden con todas sus fuerzas. En esos pocos segundos le da lo mismo que el idiota de su marido la haya dejado por otra mujer, más joven y delgada que ella. Le es indiferente. Le dan igual las top models, el torrente de publicidad que la empapa diariamente, las dietas, las clínicas con sus ansiosos cirujanos que carroñan mujeres. Ahora hace una reverencia hacía el público. Más y más aplausos. Es simplemente una mujer. Una mujer que ha vencido al mundo.