domingo, 8 de febrero de 2009

"Te odio porque te amo"


Amor. Una palabra que lo dice todo y a la vez nada. No se puede tocar, ni almacenar, ni ingresarlo en el banco, ni guardarlo bajo tu colchón. Sin embargo, es uno de los motores de este mundo tan desdichado. Existen muchas manifestaciones. El amor de madre, por ejemplo. Capaz de soportar todo. Desde un parto hasta una noche en vela aguardando la llegara del hijo prodigo. El amor que se siente hacia un padre, hermano, hacia un verdadero amigo, hacia un perro etc. Sin embargo hacia ese tipo de amor no me refiero. Hablo del amor hacia un “amado”. Ese amor no existe. Es una invención de los centros comerciales, de los padres que llenan de esperanza a sus hijos, de los ilusos que intentan disfrazar su vida de lo que no es. El amor no existe, o por lo menos Cupido me odia.
¿Sabéis como suena un corazón roto? Es muy interesante, su sonido es aturdidor, pero aunque estés rodeado de una multitud nadie lo puede escuchar, excepto una persona, su dueño. El amor, como la vida misma es una continua desilusión. Estar es enamorado es estar maldecido por los dioses del Olimpo, aquellos que para su diversión ordenaron a Eros inventar un sentimiento que fuera una continua burla hacia la debilidad de los mortales. Un sentimiento que te hace desear estar muerto y a la vez te devuelve la vida con mirar sus ojos. Es paradójico. Una vez escuche que estar enamorado es vivir en un sueño. Sin duda, quien me lo dijo, no conocía el verdadero amor. Por regla enamorarse es sufrir. Sufrir por la persona a quien amas, por si está bien, por si la volverás a ver al día siguiente, por si nunca vuelves a estar con ella. Sentir su dolor, estar hasta el alba pensando en el último beso... Es un constante sufrimiento que afirma la naturaleza frágil y estúpida del ser humano. Por desgracia, estamos condenados a padecer en las oscuras y taciturnas calles del amor. Si os digo que no os enamoréis, lo haréis. Es irremediable. El amor es como la muerte misma. Aunque te encabrites como un caballo desbocado, aunque maldigas mil veces y hagas todo lo posible por evitarlo, al final, solo queda resignarse.
Solo me gustaría citar a un judío romano del libro más leído del mundo: “Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviera profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, cesarán las lenguas y el conocimiento se acabará.”
Resignémonos, sin amor no podríamos vivir.