lunes, 18 de enero de 2010

Liturgia laica

Es el mismo ritual de todos los fines de semana. Hacer una siesta de dos o tres horas, cenar algo ligero y pasarse una hora como mínimo acicalándose. ¿Con una botella de ron tendré para toda la noche?. Piensa mientras se embadurna las manos de una gomina azulada. Es invierno, hace frío y el aire lanza latigazos a los valientes dueños de la noche. Por eso cuando llegan los primeros días de diciembre cambian los bancos del parque (lugar predilecto para sus reuniones) por la entrada de Metro. Hoy vienen todos. Muy buena compañía. Debido a los exámenes hacia meses que no se reunían todos. Al llegar se abrazan, ¿dos besos? Tres si quieres. Dejan las botellas en el suelo y comienzan a hablar entre si. Juan siempre tarda y todos lo saben, así que esperan otros diez minutos. ¿Lo esperamos? ¿Cómo han ido los exámenes?. Risas, algunos se chocan las manos . Ahí está Juan, elegante como siempre. Americana oscura y camisa blanca. Buena combinación. Se abren botellas, se llenan vasos. ¿Donde está el hielo? Empieza la agradable rutina. Pasa un hora, pasan dos. Seis copas, esta es la última y entramos. Ya se nota el alcohol en el organismo. Risa fácil, soltura, alegría. Ya no se habla, ahora se grita. Para lo que sea. ¿Cantamos? Si, y bailemos. Las cámaras de fotos echan fuego, flahs aquí, flash allá. Fotos de lo que sea. Hagamos una foto, que no tenemos una juntos. ¡Nos vamos!. Abandonan la entrada de Metro, pero la basura se queda dando fe de su osadía. Para eso le pagan a los barrenderos. Llegan a la puerta y la cola no les sorprende mucho, se lo esperaban. Las colas tienen un efecto revitalizante, al igual que estar en la presencia de los porteros. Espantan los efectos del alcohol y devuelven la cordura. Al fin y al cabo todos quieren entrar. Avanzan, pasan diez minutos. DNI, pagan, entran. Se escucha la música y saben que les espera una buena noche. ¿Tabaco, alguien viene a comprar tabaco? No, unos van a al guardarropía y otros a los servicios. La mayoría de las chicas van a los lavabos para un último retoque.
-¡Nos vemos en la sala de arriba! -grita Juan al grupo. Empieza la fiesta. El local esta abarrotado, intentan ir al final de la sala, junto a la barra de la Rubia Platino, hay mucha gente, y se tarda en esquivar y abrir un pasillo entre la muchedumbre. Llegan todos al cabo de cinco minutos. Gritan, bailan, hacen bromas. Laura no se encuentra bien. Ha bebido demasiado. La sientan en un sofá, intentado que no devuelva. El precio de la entrada incluia dos copas. ¿pedimos una ahora? Vale, a la barra de la Rubia Platino. El alcohol le hace sentirse atractivos e intenta hablar con la camarera. Se le acerca para escucharlo mejor. Whisky con limón ha escuchado, lo demás que le ha dicho al oído le da igual. Esta acostumbrada a que intenten ligar con ella. Si al menos fueran guapos. Piensa mientras levanta la botella de whisky y derrama el contenido en un vaso de cristal, los hielos en este crujen al contacto con el alcohol. Le gusta ese sonido. Se alejan de la barra. Vuelven al grupo. La horda danzante esta excitada, contenta. Laura esta mejor y ahora baila con todos. Un vaivén de risas, abrazos, pasos inventados (efecto de la bebida), fiesta y solo fiesta. Siguen bebiendo. La música aviva sus instintos más primitivos. Puede que hace millones de años, un grupo como ellos danzaran de una forma no muy alejada de la suya, al rededor de un fuego, después de un buen día de caza. Un pelotón de chicos se alejan del grupo. Es más sencillo si se mueven en grupo. Destino: lavabos. Se abren paso como exploradores en una selva jamás vista por el hombre. Ha chocado y pisado a un hombre. Le da una palmada, y le pide perdón. El hombre le guiña el ojo. Han venido a pasárselo bien, ninguno de los dos busca pelea. Final del trayecto. Evacúan la vejiga, se lavan la cara, se miran al espejo. Está borracho, como casi todos los del baño y se ríe al ver su reflejo. Salen de los servicios. Nuevo destino: Volver donde antes. En su travesía, se abren paso. Un séquito de chicas es su nueva mira. Nunca viene mal ligar una noche de juerga. Intenta bailar con ellas, otros hablar, algunas chicas ríen, otras muestran indiferencia hacia una persona ebria. Los triunfadores se quedan, los otros vuelven al grupo original. Sigue la música, una última copa. El cansancio toca la puerta de sus cuerpos alcoholizados. Hay que aguantar hasta el final. Música de hace muchos años y vana. Es la forma de ir sacando a la gente del local de una manera subliminal. Gran parte del grupo se rinde ante el cansancio y se sientan en sofás y sillas. Pocos siguen haciendo burla a la noche. De repente se encienden las luces, se baja la música. La discoteca va a cerrar. Salen todos. A por los abrigos del guardarropía. Bufanda, guantes. ¿Hará mucho frió fuera? Salen a calle. Se escucha el latigazo invernal que deja heladas sus caras. Otra noche más, otra noche sin follar. Ya habrá más suerte el próximo sábado. Piensa mientras introduce las frías manos en su abrigo.